«Dios ha creado todos los seres humanos iguales en los derechos, en los deberes y en la dignidad, y los ha llamado a convivir como hermanos entre ellos.
Seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social que no se quede en las palabras, frente a las diversas formas de eliminar o de ignorar a otros.
El cultivo de la amistad es el cultivo de una reciprocidad estable, de un consenso que madura con el tiempo. Trata de construir verdaderamente un “nosotros” que tiende puentes y une a la humanidad.
Nuestra relación, si es sana y verdadera, nos abre a los otros que nos amplían y enriquecen.
El amor que es auténtico, que ayuda a crecer, y las formas más nobles de la amistad, residen en corazones que se dejan completar.
La pareja y el amigo son para abrir el corazón en círculos, para volvernos capaces de salir de nosotros mismos hasta acoger a todos.
El amor al otro por ser quien es, nos mueve a buscar lo mejor para su vida.
Sólo en el cultivo de esta forma de relacionarnos haremos posibles la amistad social que no excluye a nadie y la fraternidad abierta a todos.
Reconocer a cada ser humano como un hermano y buscar la amistad social que integre a todos no son meras utopías. Exigen la decisión y la capacidad para encontrar los caminos eficaces que las hagan realmente posibles.
Procurar la amistad social implica también la búsqueda de un reencuentro con los sectores más empobrecidos y vulnerables.
Entre las preocupaciones del Papa Francisco siempre han estado las cuestiones relacionadas con la fraternidad y la amistad social, temas a los que se ha referido reiteradas veces en distintos lugares.
En este documento pontificio nos llama ahora a salir de nosotros mismos, nos invita a ampliar el círculo de nuestras relaciones, incluso más allá de nuestras fronteras, reencontrándose con los sectores más empobrecidos y vulnerables, sin olvidar la importancia de la verdadera amistad en la era digital.
San Francisco de Asís como inspiración
- Para escribir sobre la amistad, el Papa vuelve a inspirarse en San Francisco de Asís, que se sentía hermano del sol, del mar y del viento, se sabía todavía más unido a los que eran de su propia carne (Cf. Ft 2).
El santo de Asís entendió el sentido de la amistad más profundo: acercarse al otro en su movimiento propio, no para retenerlos en el suyo, sino para ayudarles a ser más ellos mismos. Acogió la verdadera paz en su interior, se liberó de todo deseo de dominio sobre los demás, se hizo uno de los últimos y buscó vivir en armonía con todos (Cf. Ft 4)
Salir de nosotros mismos
- El ser humano no puede prescindir de relacionarse con los demás. No hay vida cuando pretendemos pertenecer sólo a nosotros mismos y vivir como islas. Un ser humano está hecho de tal manera que no se realiza, no se desarrolla ni puede encontrar su plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás. Ni siquiera llega a reconocer a fondo su propia verdad si no es en el encuentro con los otros. La vida subsiste donde hay vínculo, comunión, fraternidad; cuando se construye sobre relaciones verdaderas y lazos de fidelidad. Para ello, el hombre tiene que llevar a cabo esta empresa: salir de sí mismo (Cf. Ft 87-88).
- La vida no se puede reducir a la relación con un pequeño grupo, ni siquiera a la relación con la propia familia. Es imposible entenderse uno mismo sin un tejido más amplio de relaciones. Mi relación con una persona que aprecio no puede ignorar que esa persona no vive sólo por su relación conmigo, ni yo vivo sólo por mi referencia a ella. Nuestra relación, si es sana y verdadera, nos abre a los otros que nos amplían y enriquecen (…) El amor que es auténtico, que ayuda a crecer, y las formas más nobles de la amistad, residen en corazones que se dejan completar. La pareja y el amigo son para abrir el corazón en círculos, para volvernos capaces de salir de nosotros mismos hasta acoger a todos (Cf. Ft 89).
El amor se extiende más allá de nuestras fronteras
- El papa Francisco amplía el círculo de las relaciones para llegar a lo que denomina “amistad social” en cada ciudad o en cada país. El amor se extiende más allá de las fronteras. Cuando es genuina, esta amistad social dentro de una sociedad es una condición de posibilidad de una verdadera apertura universal. (Cf. Ft 99)
- Hay un reconocimiento básico, esencial para caminar hacia la amistad social y la fraternidad universal: percibir cuánto vale un ser humano, cuánto vale una persona, siempre y en cualquier circunstancia. Este es un principio elemental de la vida social que suele ser ignorado de distintas maneras por quienes sienten que no aporta a su cosmovisión o no sirve a sus fines (Cf. Ft 106).
- Hay que mirar lo global, que nos rescata de la mezquindad casera. La fraternidad universal y la amistad social dentro de cada sociedad son dos polos inseparables y coesenciales. Separarlos lleva a una deformación y a una polarización dañina (Cf. Ft 142).
- Reconocer a cada ser humano como un hermano o una hermana y buscar una amistad social que integre a todos no son meras utopías. Exigen la decisión y la capacidad para encontrar los caminos eficaces que las hagan realmente posibles (Cf. Ft 180).
- El papa Francisco en la encíclica nos marca algunos caminos para dar sentido a una naciente cultura basada en la amistad social: un reencuentro con los sectores más empobrecidos y vulnerables. La paz «no sólo es ausencia de guerra sino el compromiso incansable de reconocer, garantizar y reconstruir concretamente la dignidad tantas veces olvidada o ignorada de hermanos nuestros (Cf. Ft 233).
El encuentro en el ambiente digital
- Hablando de relaciones y de amistad, en nuestros días toca aludir a las comunicaciones digitales que eximen del laborioso cultivo de una amistad, presentado una apariencia de sociabilidad. No construyen verdaderamente un “nosotros” sino que suelen disimular y amplificar el individualismo. La conexión digital no basta para tender puentes, no alcanza para unir a la humanidad.
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- El sentarse a escuchar a otro, característico de un encuentro humano, es un paradigma de actitud receptiva, de quien supera el narcisismo y recibe al otro, le presta atención, lo acoge en el propio círculo. A veces la velocidad del mundo moderno nos impide escuchar bien lo que dice otra persona. No hay que perder la capacidad de escucha. San Francisco de Asís escuchó la voz de Dios, escuchó la voz del pobre, escuchó la voz del enfermo, escuchó la voz de la naturaleza. Y todo eso lo transforma en un estilo de vida (Cf. Ft 48).
- Todos nosotros, personas humanas estamos naturalmente abiertos a las relaciones, a establecer vínculos unos con otros. Estamos necesitados de trascender a nosotros mismos y el camino es el encuentro con los otros (Cf. Ft 111).
- Sin duda, lo que el Papa nos pide es que seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social que no se quede en las palabras (Cf. Tt 6).
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