Octubre es sinónimo de misiones. Y misiones es sinónimo de ponerse en camino con el corazón bien dispuesto para anunciar a todos la Buena Noticia que es Jesucristo vivo y resucitado.
Para continuar esta labor que la Iglesia desarrolla en todo el mundo, por medio de las Obras Misioneras Pontificias, debemos tener esas dos condiciones que el lema de este año nos lanza: un corazón ardiente y los pies en camino (Cf. Lc. 24, 13-35)
Un corazón ardiente, encendido, inflamado en el amor del Corazón de Jesús que es el centro y fuente de la evangelización. No podemos transmitir a los demás algo que no vivimos y que no experimentamos. Y esto pasa por ser cristianos comprometidos en la oración, en la contemplación y en la vida de gracia que nos da participar y vivir los sacramentos, especialmente la Eucaristía.
Pies en camino, andando, en movimiento. Cada uno a su ritmo y a su tiempo, pero sin distraernos en lo secundario, puesta la mirada en Jesús que nos precede y nos anima en este camino de llevar su Buena Noticia al mundo entero (cfr. Mc 16, 15).
Por ello espíritu y acción, conjuntamente, nos deben llevar a generar una dinámica de servicio y entrega que nos lanza a la misión. Esa misión que recibió la iglesia primitiva hace 2000 años, y de la que somos depositarios: el gran tesoro del anuncio de Jesucristo como el salvador del mundo.
Se trata de ese mensaje que tiene nombre propio (¡Jesús!) y rostro en todo aquel que no le conoce y al que estamos llamados a dar testimonio de nuestra fe (cfr.2 Tm 1, 8)
Hoy la llamada a la misión está abierta en tantos ámbitos y momentos en los que nos podamos encontrar, sin duda alguna, pero es importante recordar y ayudar con nuestra oración y recursos materiales a los misioneros que en todo el mundo hacen una gran labor, aun con gran riesgo de sus vidas.
Por ello os ruego una vez más, un año más, vuestra oración y colaboración en esta jornada del DOMUD, y todo el año con diversas campañas y acciones para que Jesucristo sea conocido y amado en todo el mundo. Este reto es misión de todos.
Gracias a los misioneros por el trabajo y entrega en hacer posible la misión de toda la Iglesia en tantos lugares. Gracias, misioneros, por decir sí a una llamada tan especial como imprescindible en la Iglesia. Gracias, misioneros, por ser un instrumento en medio de un mundo que necesita, más que nunca, el encuentro con Jesús vivo y resucitado, “Príncipe de la paz” (cfr. Is 9,6).
+ José Ignacio Munilla Aguirre
Obispo de Orihuela- Alicante
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