Como hombres, mujeres y jóvenes de Acción Católica “nos convocamos a celebrar con toda la Iglesia la II Jornada Mundial de los Pobres bajo el signo de la alegría por redescubrir el valor de estar juntos. Orar juntos y compartir la comida el día domingo. Una experiencia que nos devuelve a la primera comunidad cristiana».
Desde nuestra identidad que se define en la exhortación apostólica Christifideles laici, laicos que “se asocian libremente de modo orgánico y estable, bajo el impulso del Espíritu Santo, en comunión con el obispo y con los sacerdotes, para poder servir, con fidelidad y laboriosidad, según el modo que es propio a su vocación y con un método particular, al incremento de toda comunidad cristiana, a los proyectos pastorales y a la animación evangélica de todos los ámbitos de la vida”. Y que aporta también una dimensión misionera, que se ocupa de los alejados y de las personas en situaciones de pobreza y marginación,
Nos sentimos convocados por la llamada que el Papa Francisco nos ha hecho a celebrar este domingo día 18 de noviembre la II Jornada Mundial de los Pobres, invitándonos a trabajar por ellos en «colaboración con otras realidades que no están motivadas por la fe sino por la solidaridad humana». Asimismo, pide «orar junto» a los pobres «y compartir» con ellos «la comida el día domingo» 18 de noviembre.
Hoy son muchos, según el Papa, los caminos que conducen a la precariedad: «La falta de medios básicos de subsistencia, la marginación cuando ya no se goza de la plena capacidad laboral, las diversas formas de esclavitud social a pesar de los progresos realizados por la humanidad…»
Y quienes se encuentran en ellos «esperan que alguien se les acerque» y les ayude a salir de ellos, aunque a menudo «las voces que se escuchan son las del reproche y las que invitan a callar y a sufrir», ha criticado el Pontífice. «Son voces destempladas, con frecuencia determinadas por una fobia hacia los pobres, considerados no solo como personas indigentes, sino también como gente portadora de inseguridad, de inestabilidad, de desorden para las rutinas cotidianas y, por lo tanto, merecedores de rechazo y apartamiento».
Nos hacemos eco de cuáles deben ser la actitud de la persona cristiana a través de tres verbos que «caracteriza la actitud del pobre y su relación con Dios»: gritar, responder y liberar.
«La condición de pobreza no se agota en una palabra, sino que se transforma en un grito que atraviesa los cielos y llega hasta Dios», asegura el Papa sobre el primero de ellos. Y, en este sentido, se pregunta: «¿cómo es que este grito, que sube hasta la presencia de Dios, no alcanza a llegar a nuestros oídos, dejándonos indiferentes e impasibles?».
El segundo verbo –responder– invita al «compromiso personal de aquellos que escuchan el clamor» de los pobres. Pero, «la solicitud de los creyentes no puede limitarse a una forma de asistencia – que es necesaria y providencial en un primer momento –, sino que exige esa atención amante que honra al otro como persona y busca su bien».
Por último, el cristiano está llamado «a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad».
«Nos mueve la fe y el imperativo de la caridad, pero sabemos reconocer otras formas de ayuda y solidaridad que, en parte, se fijan los mismos objetivos; siempre y cuando no descuidemos lo que nos es propio, a saber, llevar a todos hacia Dios y a la santidad».
CONSEJO DIOCESANO DE ACCIÓN CATÓLICA DE LA DIÓCESIS DE ORIHUELA- ALICANTE
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