La pandemia del coronavirus, además de las consecuencias que nos ha traído de todo tipo, cambiándonos la vida, nos pone en una evidente experiencia de fragilidad, como individuos y como sociedad. La salud, el don de la vida es frágil; los planes, las pretensiones, también como colectivo social, se nos esfuman y desvanecen con insólita facilidad. Todo esto, como creyentes, nos ofrece la oportunidad de tratar de oír qué nos intenta decir y enseñar Dios con ello. Creo que las circunstancias en las que estamos, si nos abrimos a la vida de su gracia, son una ocasión de crecimiento interior. Crecimiento interior en la fe, y crecimiento en el amor hecho servicio, ante la experiencia de la fragilidad de las personas que nos rodean, y de la sociedad en la que estamos.
Como miembros de nuestra Iglesia Diocesana hemos intentado impulsar ser “comunidades con corazón”, como una aplicación de la sugerente imagen del Papa Francisco sobre la Iglesia, entendida como “hospital de campaña”; así hemos potenciado una creciente acción pastoral centrada en encauzar, por medio de este renovado Secretariado, la mucha dedicación y entrega existente entre nosotros, especialmente hacia aquellos más vulnerables, los ancianos y enfermos. Desde ahí proponemos:
1. Os pedimos a los sacerdotes que sigáis celebrando la Eucaristía diariamente ofreciéndola por los fallecidos, los enfermos, los afectados por esta pandemia, por sus familias y aquellos que les acompañan, así como por los profesionales sanitarios y por todos aquellos que están dedicando sus vidas a acabar con esta situación tan crítica que estamos viviendo.
2. Si fuera preciso y guardando las debidas cautelas, los sacerdotes estad disponibles para atenderles espiritualmente en casos de extrema necesidad. Precisamente en estos momentos, nuestra actitud debe reflejar más que nunca el amor sin límites de Cristo.
3. Poned los medios adecuados para que las personas enfermas y ancianas no se sientan solas. Podéis compartir con ellas mensajes a través del teléfono, u otros medios (internet) para que siempre se sientan acompañadas. Animadles a que sigan en sus hogares y secunden las recomendaciones sanitarias.
4. En nombre de vuestras parroquias, transmitidles ánimo, consuelo, recursos para que puedan rezar. Se está disparando la creatividad para acercar las Misas, los mensajes, la oración y la vida de la Iglesia. Facilitadles el acceso a todo ello.
5. Interesaos por las necesidades concretas de los que están solos. Muchos de ellos no pueden salir de casa a recoger sus medicamentos o hacer la compra. Cread una red de asistencia para que puedan ser atendidos convenientemente.
En otro orden de cosas, os recordamos que quedan suspendidos todos los encuentros de formación organizados por el Secretariado del Enfermo y del Mayor hasta que la pandemia haya remitido y volvamos a la normalidad.
Mención especial merece el grupo de nuestros capellanes de hospital que están desempeñando su ministerio en primera línea, junto a los ingresados por la pandemia en los centros hospitalarios. Estos días he podido contactar con algunos de ellos constatando el ánimo y altísima voluntad de entrega que mantienen en el marco tan difícil en el que están sirviendo. Vayan para ellos nuestras palabras de gratitud y de ánimo.
Por último, recordamos que este tiempo cuaresmal nos lleva a contemplar al Crucificado. Jesús es siempre –en expresión de San Juan Pablo II- el “hombre para los demás”, pero lo es de un modo pleno en el momento de la Cruz, cuando está cosido al madero, sin poder hacer nada, sólo ofrecerse al Padre. Él nos redime convirtiendo el sufrimiento en Amor. Él entrega su vida, que es la del Hijo de Dios, transformando el dolor en Ofrenda de Amor. Tenemos que transmitir esta verdad, esencial para nuestra vida cristiana, a todos los que están sufriendo por esta pandemia. En estos momentos en los que todos nos sentimos más débiles, pero especialmente los enfermos y mayores que viven en soledad, debemos mirar a Cristo Crucificado y ofrecer nuestra debilidad, con Él, por la redención del mundo. Que las personas vulnerables descubran que son el gran tesoro de la Iglesia, porque son las llagas de Cristo que nos traen la salvación. Las Eucaristías televisadas nos pueden ayudar a todos, especialmente a las personas vulnerables, a ofrecerse a Dios por la salvación del mundo a través de la comunión espiritual. Ésta debe ser la principal tarea de los sacerdotes y visitadores de enfermos: ayudar a las personas ancianas y enfermas a convertirse en Eucaristía con Cristo para la Redención.
Terminando de escribir este comunicado, se ha hecho público el Decreto de la Penitenciaria Apostólica concediendo indulgencias especiales a los fieles en la actual situación de pandemia. En los próximos días daremos detalles de la aplicación en la Diócesis de esta buena noticia.
Muy unidos al Secretariado del Enfermo y del Mayor, queremos agradeceros todo lo que estáis haciendo por los más vulnerables. Queremos también que nos sintáis a vuestro lado y encomendamos vuestra valiosa labor a la Santísima Madre de Dios, abogada y refugio de los que sufren.
Ánimo. Mi oración y bendición para todos.
Jesús Murgui Soriano. Obispo de Orihuela-Alicante.
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