Sed bienvenidos los que pasáis las vacaciones en nuestra tierra alicantina. Sin duda, venís atraídos por los encantos naturales que la conforman y por la amable acogida de sus gentes. Gracias por visitarnos, por estar con nosotros; estamos a vuestra disposición.

Al venir a este lugar, nos evocáis la magnanimidad de Dios que nos regala este hábitat privilegiado. Por cierto, que sería una paradoja imperdonable que muchos recorrieran grandes distancias para disfrutar unos días del clima, del sol, de las montañas, del paisaje del Mediterráneo, y otros, acostumbrados a su cotidianidad, no les prestásemos la debida atención. Aprovecho, pues, la ocasión para ensalzar estos elementos y así agradecerle a Dios la bendita tierra que nos ha dado y que ha puesto en nuestras manos.

Sobre estos dones, el Papa Francisco, en su Encíclica “Laudato si”, nos recuerda que en ellos “Dios nos habla y nos refleja algo de su hermosura y de su bondad: « “A través de la grandeza y de la belleza de las criaturas, se conoce por analogía al autor”» (Sb 13,5), y «“su eterna potencia y divinidad se hacen visibles para la inteligencia a través de sus obras desde la creación del mundo» (Rm 1,20)” (LS 12). También Benedicto XVI, con ocasión del Congreso de Pastoral del Turismo en Cancún (Méjico), marcaba la “Via Pulchritudinis” (la vía de la belleza) como medio evangelizador del turismo. Es necesario admirar y maravillarse, pasar de la naturaleza a la creación. Importa percibir el mensaje de amor que el Creador ha puesto en la naturaleza. Además, ella es también lugar de su presencia (Cfr. LS 88).

Por otro lado, el medio ambiente que tenemos y disfrutamos es patrimonio común, de los naturales de aquí y de los visitantes, por ello nos compete a todos cuidarlo y protegerlo. A veces, parece que los seres humanos solo percibimos el lenguaje de los intereses inmediatos, el de la propia satisfacción de los sentidos o el del reclamo consumista. Frente a eso, el Papa Francisco nos invita a desarrollar, no solo las “virtudes ecológicas”, sino a vivir una “espiritualidad ecológica”, como personas que nos santificamos en toda actividad, incluidas las que se viven con “sentido evangélico” en el entorno medioambiental (GE 28).

No quiero dejar de haceros notar a todos que, junto al paisaje natural que hemos resaltado, nuestra tierra posee un paisaje humano riquísimo y que se hace patente durante todo el año, de modo especial en nuestras fiestas, muchas de ellas vividas en el verano. Las gentes de estas tierras nos consideramos muy sociables, sobre todo lo manifestamos con ocasión de nuestras fiestas, todas ellas –de un modo u otro- enraizadas en nuestra fe cristiana, heredadas de la fe y la piedad de nuestros mayores y de su creatividad y alegría. Conoced y disfrutad de nuestras fiestas, son espejo de nuestras devociones y tradiciones, son reflejo de gente que al igual que ama el trabajo y la iniciativa, ama exteriorizar los sentimientos y compartir la alegría. Os abrimos las puertas.

Por último quiero desear que la riqueza de nuestras relaciones estén llenas de afecto y mutuo respeto. Los turistas nos aportáis, entre otras cosas, prosperidad y animación, a la vez que recibís, además de nuestra cultura y tradiciones, la atención y el servicio que necesitáis para vuestro merecido descanso. Es importante el mutuo agradecimiento y el trato fraternal de unos con otros. Y quiero, de modo muy especial, que no olvidemos a los que pasan el verano trabajando muchísimo, a veces en condiciones nada ideales, para que otros puedan hacer turismo, o simplemente descansar. A ellos debemos especial gratitud.

Que Santa María, Madre del Señor y nuestra, interceda por sus hijos, para que pasemos un buen verano; a Ella os encomiendo.

¡Felices vacaciones! ¡Feliz verano a todos!

 

Jesús Murgui Soriano.

Obispo de Orihuela-Alicante.