Tras 25 años del establecimiento de las técnicas de reproducción asistida en el mundo desarrollado, y a pesar del nacimiento de más de un millón de niños, estas técnicas ofrecen unos resultados relativamente pobres y lo que es más lamentable, han añadido un problema al producirse un número mayor de embriones de los que siguen el curso de su desarrollo, que quedan olvidados en congelación, o son reducidos tras la implantación, o sacrificados para fines distintos a los reproductivos.
El problema es aun más grave en España donde tras una nube que oculta los más elementales principios de la ciencia y de la ética, se autoriza y suscita la creación de centros para la investigación con células de origen embrionario, y se promueven leyes que suponen de hecho la implantación de la mal llamada clonación terapéutica, impulsadas por los actuales gobernantes, dejando en manos de investigadores sin escrúpulos, o para beneficio de las lucrativas empresas dedicadas a la fecundación in vitro, la utilización de los embriones “sobrantes” o incluso la producción de otros nuevos para fines diferentes a los reproductivos.
Ante esta situación es primordial responder a una serie de preguntas básicas ¿cuándo hay vida?, ¿son los embriones seres humanos reales o simples conglomerados de células?, ¿qué hacer con los embriones sobrantes?. Tal vez la Ciencia no pueda explicar nunca qué es la vida, pero lo que sí está a su alcance y lo ha hecho claramente es profundizar en el conocimiento de sus propiedades e indicar cuando nos encontramos en presencia de un nuevo individuo viviente. Por ello, si observamos el panorama del debate actual sobre el que giran las discusiones en este asunto urge sobre todo aclarar el concepto de embrión: ¿qué son realmente los embriones?. E inmediatamente hay que señalar que, por definición, para la Biología un embrión constituye la etapa inicial de la vida de un ser vivo, y sí hablamos de embriones humanos se trata de vidas humanas en sus primeras etapas de desarrollo, con independencia de sí los embriones son concebidos de forma natural o han sido producidos in Vitro.  La artificialidad de su producción no altera ni la naturaleza biológica del embrión ni su condición de ser humano en estado naciente. Por lo tanto, si el embrión constituye la primera etapa de una vida naciente, la siguiente pregunta es ¿y cuando se constituye el embrión?. La Biología es igualmente clara a este respecto: el embrión se constituye en el momento en que existe un ente biológico con capacidad genética propia y suficiente para iniciar su desarrollo ontológico autónomo. Sobre esto no caben dudas ni es ético alimentarlas. En los últimos años se han acumulado pruebas científicas irrebatibles de que la vida está ya presente en el embrión de una célula, el cigoto, formado en el instante en que se funden los núcleos y los mensajes genéticos contenidos en las dos células gaméticas, el ovocito femenino y el espermatozoide masculino. En ésto convienen las tres áreas de conocimiento de la Biología que, por su proximidad conceptual y experimental tratan más directamente sobre las propiedades y el desarrollo de los seres vivos, la Genética, la Biología Celular y la Embriología. Además, una reciente rama de la genética, la Genética del Desarrollo concilia las perspectivas de estas especialidades al explicar en términos de expresión de genes cada paso del desarrollo.
El cigoto encierra en sí mismo toda la información genética diferencial, singular e invariable del nuevo ser, dado que su identidad se debe a la combinación de los miles de genes que se funden en el momento de la concepción. El genoma individual es el centro organizador que a partir de la concepción dirige de forma armónica las sucesivas fases del desarrollo ontológico de cada ser humano.
Las técnicas de reproducción asistida han causado un problema al convertir la anidación de los embriones, que en condiciones naturales es un paso crucial del desarrollo que sucede sin solución de continuidad, en un acto manipulable. Pero la decisión de si un embrión ha de ser implantado, congelado o desviado para otros usos, no implica un cambio en nuestra concepción de la vida humana. No tiene sentido hablar de “preembrión”, ni de cualquier otra invención semántica. Lo cierto es que un embrión no acogido en su momento en el ambiente materno se detiene, se colapsa en su desarrollo y muere, a menos que se le congele. Pero la congelación es otra fuente de problemas, ya que tras 25 años de FIV, existen más de 1.500.000 embriones congelados en todo el mundo, de ellos unos 200.000 en España. De las distintas soluciones que se han esgrimido, la utilización para la investigación, es inaceptable desde todos los puntos de vista, ya que implica el sacrifico de vidas en estado embrionario, sin que por otra parte haya necesidad para ello. Las investigaciones que se proponen para para solucionar los problemas de enfermedades degenerativas (Alzheimer, Parkinson, diabetes, etc.), no requieren células embrionarias.  Tras varios años de investigación, no han dado ningún resultado aceptable y sin embargo existe una alternativa más eficaz, consistente en la utilización y reprogramación genética de las llamadas células madre adultas, extraíbles de tejidos somáticos de los propios pacientes, mediante una simple biopsia, y que han demostrado su capacidad muy superior a las embrionarias como fuente de producción de células útiles para la solución de las citadas enfermedades, como lo demuestran los múltiples protocolos de ensayos clínicos desarrollados con ellas. La libre utilización de los embriones supone el sacrificio sin remisión de vidas humanas y una puerta abierta hacia la eugenesia.
 
Nicolás Jouve de la Barreda
Catedrático de Genética
11 de febrero de 2006