La Jornada Mundial del Turismo, promovida por la Organización Mundial del Turismo (OMT), se celebra cada año el 27 de septiembre. El tema propuesto para 2018 – El turismo y la transformación digital – se centra en los avances de la tecnología digital que ha transformado nuestro tiempo y nuestros comportamientos, cambiando drásticamente nuestra forma de vivir el tiempo del descanso, las vacaciones, la movilidad y el turismo bajo todas sus formas.

Numerosos son los cambios que derivan de la implementación de las nuevas tecnologías digitales y afectan la vida social de las personas, la forma de concebir las relaciones interpersonales, el trabajo, la salud, la comunicación, extendiendo a todas partes la “conexión” y, por lo tanto, el intercambio de informaciones, permitiendo expresar y comparar una multiforme y variada riqueza de ideas, opiniones y visiones del mundo. Las últimas tendencias muestran que aproximadamente un 50% de los viajeros digitales se inspiran de la observación de imágenes y comentarios en línea, y el 70% consulta vídeos y opiniones de quienes ya han viajado, antes de tomar una decisión

[1].

Por lo tanto, esta celebración nos invita a reflexionar sobre la contribución de los avances tecnológicos, no solo para mejorar los productos y servicios turísticos, sino también para que los mismos se sitúen en el ámbito del desarrollo sostenible y responsable, en nombre del cual hay que orientar el crecimiento del sector. Por consiguiente, la innovación digital tiene por objeto promover la inclusividad, aumentar la participación de las personas y las comunidades locales y lograr una gestión inteligente y equilibrada de los recursos. El año pasado, el sector turístico internacional registró un aumento global del 7% anual y se prevé un crecimiento constante también para la próxima década. La exigencia de la “sostenibilidad turística” no debe subestimarse, ya que en algunos destinos turísticos de mayor renombre y más frecuentados se experimentan los efectos negativos de un fenómeno que se opone a un turismo sano y justo, el llamado “sobreturismo”.

La Iglesia siempre ha prestado especial atención a la pastoral del turismo, del tiempo libre y de las vacaciones, como oportunidades de recuperación, para fortalecer los lazos familiares e interpersonales, levantar el espíritu, disfrutar de las extraordinarias bellezas de la creación y crecer en la “humanidad integral”. “Cada criatura tiene una función y ninguna es superflua. Todo el universo material es un lenguaje del amor de Dios, de su desmesurado cariño hacia nosotros[2]. Por lo tanto, el turismo es un vehículo eficaz de valores e ideales cuando ofrece oportunidades y ocasiones para hacer crecer a la persona humana, tanto en su dimensión trascendente, abierta al encuentro con Dios, como en su dimensión terrenal, en particular en el encuentro con las otras personas y en el contacto con la naturaleza.

El uso de instrumentos digitales en el ámbito de los operadores y usuarios del sector turístico es una gran oportunidad que permite incrementar servicios que más satisfacen las nuevas demandas, pero también educar en la corresponsabilidad por la “casa común” en la que vivimos, generando formas de innovación encaminadas a la recuperación funcional de residuos, el reciclado y la reutilización creativa que ayudan a proteger el medio ambiente[3]. Sin embargo, si “se tiende a creer que todo incremento del poder constituye sin más un progreso, un aumento de seguridad, de utilidad, de bienestar, de energía vital, de plenitud de los valores, como si la realidad, el bien y la verdad brotaran espontáneamente del mismo poder tecnológico y económico[4] se incurre en un uso impropio y aniquilador de la misma dignidad humana, con consecuencias nefastas.

En particular, esto concierne la producción y el uso de los “datos”, especialmente datos personales, que se generan dentro del “mundo digital” y el papel preponderante de los algoritmos que procesan los datos mismos y producen, a su vez, más datos e informaciones, a diferentes niveles, disponibles también para aquellos que pretendan utilizarlos meramente con fines comerciales, propagandísticos o incluso con finalidad y estrategias de manipulación. Los algoritmos, de hecho, no son simples números y secuencias neutras de operaciones, sino más bien elaboraciones de intenciones que persiguen propósitos precisos y pueden usarse para condicionar opciones y decisiones personales, e influir en la formación del pensamiento y de la conciencia individual. Cuando los instrumentos tecnológicos, “se convierten en omnipresentes, no favorecen el desarrollo de una capacidad de vivir sabiamente, de pensar en profundidad, de amar con generosidad[5].

 

Ha llegado la hora de aceptar cierto decrecimiento en algunas partes del mundo aportando recursos para que se pueda crecer sanamente en otras partes (…). Las sociedades tecnológicamente avanzadas estén dispuestas a favorecer comportamientos caracterizados por la sobriedad, disminuyendo el propio consumo de energía y mejorando las condiciones de su uso[6]. El acceso a los equipos digitales debe ser posible para todos, siempre respetando y salvaguardando la libertad de elección de cada persona. El objetivo final no es implementar el turismo con las nuevas tecnologías digitales, sino que el uso progresivo de la tecnología vaya acompañado de una creciente conciencia de la persona y de la comunidad con respecto al uso respetuoso del medio ambiente para un desarrollo sostenible.

Mención especial merecen las generaciones más jóvenes que constituyen la porción más amplia de usuarios digitales. En el Instrumentum Laboris de la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos[7] sobre los jóvenes, se habla en el n. 3 de cómo es necesario ofrecerles cursos de formación y educación antropológica, para que puedan vivir su “vida digital”, sin separar sus comportamientos on-line y off-line, ni dejarse engañar por el mundo virtual que distorsiona la percepción de la realidad causando la pérdida de identidad vinculada a una representación incorrecta de la persona. Como recuerda el Papa Francisco: “No basta pasar por las ‘calles’ digitales, es decir simplemente estar conectados: es necesario que la conexión vaya acompañada de un verdadero encuentro. No podemos vivir solos, encerrados en nosotros mismos. Necesitamos amar y ser amados[8].

El deseo que este Dicasterio dirige a todos, turistas y veraneantes, es “que el turismo contribuya a glorificar a Dios y a valorar cada vez más la dignidad humana, el conocimiento mutuo, la fraternidad espiritual, el refrigerio del cuerpo y del alma”[9].

Ciudad del Vaticano, 26 de julio de 2018

Peter K. A. Cardenal TURKSON
Prefecto

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[1] Cfr. School of Management del Politécnico de Milán, Osservatorio Innovazione Digitale nel Turismo, 2017.

[2] Francisco, Carta Encíclica Laudato si’, 2015, n. 84.

[3] Cfr. Idem, n. 192.

[4] Idem, n. 105.

[5] Idem, n. 47.

[6] Idem, n. 193.

[7] Sínodo de los Obispos, Instrumentum laborisde la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, sobre el tema: “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional” [3-28 de octubre de 2018], n. 3.

[8] Francisco, Mensaje para la 48a Jornada Mundial de las Comunicaciones, 23 de enero de 2014.

[9] Pablo VI, Discurso a los participantes en el I Congreso diocesano sobre la pastoral del turismo, 12 de junio de 1969.

[01211-ES.01] [Texto original: Italiano] [B0557-XX.01]