Con el Domingo de Ramos, todos los años, entramos en la Semana Santa. Con la procesión de las palmas abrimos estos días, acompañando al Señor que entra en Jerusalén. La procesión es una de las prácticas más queridas por la tradición cristiana: expresa, más allá de la palabra, la conciencia de que es la persona entera la que se siente implicada en el misterio que se desarrolla en la liturgia. Rememora la experiencia del Éxodo: la necesidad de abandonar los lugares conocidos y acostumbrados para dejarse introducir en el continente siempre inexplorado del Seguimiento.
El camino es el modo de realización de la vida cristiana: un proceso, iniciado el día del Bautismo, y que solo acabará con la llegada definitiva del Reino de Dios. La procesión del Domingo de Ramos, recuerda un hecho significativo de la vida de Jesús: su entrada en la Ciudad de Jerusalén, donde el Amor encontrará la manera de vencer el límite de todos los límites, la muerte en la Cruz. Y donde llegará a la plenitud de la Resurrección.
Nuestra tradición popular, especialmente en estas tierras de Orihuela-Alicante, ha enriquecido el gesto de acogida gozosa y de solidaridad con el Señor con el afecto más intenso. Las palmas, nacidas de la misteriosa fecundidad de nuestra sedienta tierra, se convierten en motivos artesanales de gran belleza; los ramos que sostienen quienes participan en la procesión recuerdan a nuestros olivos, antiguos de días, signo de fidelidad, de la única victoria que realmente vence al miedo, al odio, al mal: la victoria del Amor más allá de la cruz. Acabada la celebración, según una hermosa tradición, adornarán balcones y ventanas de las familias cristianas como el recuerdo de una fidelidad que se prolonga durante todo el año.
El Domingo de Ramos, pórtico de los días santos, en la Eucaristía, celebrada con los ornamentos rojos propios del recuerdo de los mártires, resuena por primera vez la pasión del Señor. Y los cristianos seremos invitados, una vez más, a tomar conciencia de la presencia y la fuerza del mal en el mundo, que enfría el corazón como nos ha recordado Papa Francisco en su Mensaje Cuaresmal de este año, y que mata a los inocentes como Jesús. Su Pasión nos enseñará a contemplarlo desde los ojos profundos del Padre, comprometido en Jesús a crear los cielos nuevos y la nueva tierra. Y a hacer esta nueva creación a través de las manos que bendicen, perdonan y curan, las manos clavadas del Señor, fijadas en la cruz por amor. En su Pasión el Amor vence al mal.
En esta Semana convirtámonos como Pedro ante la mirada de compasión del Señor, pidamos perdón por nuestros pecados en el Sacramento de la Misericordia, volvamos a su bondad que nos salva. Convenzámonos ante el drama de tantos pobres cristos que con su cruz nos recuerdan el sufrimiento y el “vía crucis” de Jesús. Escojamos no escapar más y, con Él, entregarnos y gastar la vida para dar fruto, para ser verdaderamente útiles en una vida que se nos escapa.
Abrámonos a la Semana Santa, con la vivencia del misterio de aquel Amor más fuerte que la muerte, que, especialmente en la Eucaristía, no deja de ser derramado cada día en el corazón del Humanidad. Buena y fecunda Semana Santa a todos.
Jesús Murgui Soriano.
Obispo de Orihuela-Alicante.
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