«¿Una casa para todos? Renovando el Oikos de Dios» es el lema que se propone este año para la Jornada Mundial de oración por el cuidado de la creación, que la Iglesia celebra el 1 de septiembre. El departamento de Ecología Integral, dentro de la Subcomisión Episcopal para la Acción Caritativa y Social, hace público su mensaje para esta jornada y ofrece un subsidio litúrgico para facilitar la celebración.
El Tiempo de la Creación
La Iglesia en España se une así a la llamada del papa Francisco para celebrar el Tiempo de la Creación, que comienza el 1 de septiembre, con esta Jornada, y se cierra el 4 de octubre, día de san Francisco de Asís, patrón de la ecología.
Un tiempo, recuerda el mensaje, en el que «las comunidades cristianas de todo el mundo se unen en la renovación de su fe en Dios Creador, en la oración compartida y en una especial implicación en diversas tareas en defensa de la Casa Común».
¿Una casa para todos? Renovando el Oikos de Dios
(Texto íntegro)
Iniciamos con esta Jornada, día 1 de septiembre, un período especial en el que toda la familia cristiana conmemora el Tiempo de la Creación, que finaliza el 4 de octubre, día de san Francisco de Asís. En este tiempo, las comunidades cristianas de todo el mundo se unen en la renovación de su fe en Dios Creador, en la oración compartida y en una especial implicación en diversas tareas en defensa de la Casa Común. La Iglesia que peregrina en España quiere unirse a la llamada del Papa Francisco para celebrar esta Jornada, que este año tiene lugar bajo el lema “¿Una casa para todos? Renovando el Oikos de Dios”.
1. La ecología integral como horizonte
En el pensamiento cristiano, la relación cosmos, hombre y Dios viene transversalizada por la revelación divina como Dios creador, encarnado, crucificado y resucitado. Nuestro origen está fundamentado en el amor de Dios. Él se nos revela como Padre que todo lo crea por puro amor. Así lo confesaba el pueblo elegido y así lo confesamos nosotros.
El crucificado resucitado nos abre el horizonte del verdadero sentido de una ecología integral. Todo está llamado a la vida y a la plenitud, creemos en la resurrección de los muertos y en la vida del mundo futuro. Por eso nos abrimos de corazón a la preocupación y al mensaje evangelizador de una ecología verdaderamente integral, en la que nada nos es ajeno, y en la que proclamamos desde lo terreno, lo humano y lo divino que todo está interrelacionado y debe estar interconectado. Con estos presupuestos necesitamos escuchar y acoger el grito de la tierra y el grito de lo humano como lugar de encuentro y de salvación.[1]
2. Por una economía del bien común
La humanidad tiene el encargo de cultivar y cuidar la creación. Dios Padre ha puesto en nuestras manos esta Casa Común con el encargo de organizarla y caminar junto a ella en una historia de salvación. El encargo amoroso tiene como horizonte la realización del bien común. Se trata de avanzar por el camino del Reino en medio de nuestra historia, en una relación de verdadera armonía y fraternidad, en comunión con la naturaleza y con los demás hombres, abiertos a la trascendencia del absoluto. Eso supone orientar nuestra casa teniendo en cuenta las implicaciones políticas de lo ecológico, lo humano, lo justo y lo digno. Se abre un horizonte de fraternidad que ha de caminar por la relación generosa y fecunda con la naturaleza, así como por políticas de lo humano que favorezcan la dignidad y la justicia para todos. “Hoy, pensando en el bien común, necesitamos imperiosamente que la política y la economía, en diálogo, se coloquen decididamente al servicio de la vida, especialmente de la vida humana” (Laudato si´,189).
Nos hacemos eco del deseo universal de la Iglesia de responder compasivamente al grito de la tierra y de lo humano. Estamos llamados desde el evangelio y el Reino, desde la riqueza de nuestra doctrina social, a implicarnos como creyentes en la tarea de construir nuestra sociedad, nuestra polis, y para eso hemos de avanzar en la participación y compromiso en lo social y en lo público, tanto desde actitudes personales y familiares, como profesionales y comunitarias, sabiendo que en nuestro compromiso y quehacer ha de estar siempre el horizonte del bien común como signo de avance en el camino de la construcción del Reino de Dios y su justicia. Somos iglesia en misión, en salida, para la construcción del mundo según Dios.
3. Un ecumenismo expresión de la radicalidad del Amor
El cuidado de la Casa Común no arranca en nosotros de un voluntarismo heroico ni de una ideología; más bien hemos de cuidarnos de radicalismos y extremismos en el deseo de transformar. Nuestra motivación no puede tener otro fundamento que el que sustenta a la creación y a toda la historia de la salvación, que es el amor gratuito y consagrado de Dios. Nosotros no hablamos de naturaleza rasa ni de progreso puro tecnológico, sino que nos abrimos a la consideración del proyecto creador y salvador de un Dios que se dice y se entrega a la realidad creada y amada por pura gratuidad. No estamos encerrados en un ciclo de lo natural, ni abocados a la conformidad con la finitud de la muerte. Nos sentimos parte de lo natural y somos conscientes de nuestro ser mortales, pero lo somos en una esperanza de plenitud que marca un horizonte de comunidad y de felicidad universal, por eso no podemos actuar si no es desde el amor que nos impele a la construcción de esa comunidad y armonía de todo lo creado. Necesitamos la mística de la ecología integral, la fundamentación en el amor personal de Dios, en la relación teologal con Él y con los hermanos en la comunidad eclesial.
La ecología integral y su dimensión religiosa es un lugar de encuentro con todas las demás iglesias cristianas y de camino común con las demás religiones, especialmente las monoteístas. Compartimos con todos los hombres de buena voluntad la tarea de la construcción del bien común que tanto interesa al Reino, aunque no se confunda con él[2].
4. Casa de puertas abiertas y realidad rural
En la invitación para el camino de la ecología integral es fundamental la acogida y la apertura, la no exclusión: “La hospitalidad es un modo concreto de no privarse de este desafío y de este don que es el encuentro con la humanidad más allá del propio grupo” (Fratelli tutti, 90).
La Iglesia nos invita también a mirar lo universal desde nuestra realidad más particular. A nosotros, como Iglesia que ha de ser encarnada y abierta, nos preocupa la realidad del mundo rural y lo que venimos llamando “la España vaciada”. En dicha realidad necesitamos concretar nuestro compromiso como creyentes y ciudadanos, pues forma parte de una verdadera ecología integral. Sentimos cómo nuestros pueblos están viviendo situaciones de crisis menguantes, sus habitantes envejecen y no hay apenas niños y jóvenes; se dan no pocas dificultades para la comunicación y servicios como educación o sanidad. Sin embargo, su “buen vivir” es fuente de valores fundamentales como el paisanaje y la valoración de las personas en el encuentro y la relación, la riqueza de un medioambiente que han cuidado hasta ahora, la producción de productos básicos naturales para servicio de la sociedad. Es el momento de actuar y de tener en cuenta las necesidades vitales de nuestra realidad rural para que, en lugar de vaciarse, pueda llenarse y ser fuente de riqueza para nuestra sociedad en general. La pandemia nos ha descubierto lo rural de un modo nuevo, pero hemos de verlo de un modo integral y reconocer el esfuerzo de todos aquellos que están organizándose para revalorizar este mundo lleno de posibilidades y de progreso en respeto a una verdadera ecología y un humanismo profundo. Es momento de actuar y caminar juntos en la implicación por una realidad rural de esperanza y vida. Somos conscientes de la importancia de la fe y la vivencia religiosa en el medio rural y apreciamos especialmente a todos los que se han comprometido en la evangelización en esas pequeñas comunidades[3].
5. Creatividad para la caridad política
El grito de la tierra y de lo humano, que es para nosotros eco de la necesidad de la ecología integral, pasa necesariamente por el compromiso personal, de tú a tú, en la vida diaria. La dimensión social de lo humano nos vincula con la organización de nuestra Casa Común, y la apertura a las mediaciones comunitarias y sociales es la senda fundamental para vivir la fraternidad. La ecología integral vendrá por el camino de lo asociativo, de lo comunitario, de lo político. Necesitamos concienciarnos y concienciar del grito y la realidad en la que vivimos. Hoy es momento de gracia, hoy es tiempo de creación, hoy se nos pide a los bautizados abrirnos al Espíritu de Dios, para que con su ciencia, fuerza, sabiduría y consejo sepamos abrir cauces de creatividad y de repuesta al Kairós que, gracias a Dios, nos ha tocado vivir. Oremos unidos y esperanzados en este tiempo de creación. Y no olvidemos nunca nuestro horizonte: habrá un cielo nuevo y una tierra nueva[4].
Departamento de Ecología Integral
Subcomisión Episcopal de Acción Caritativa y Social
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