Cuando se cumple el aniversario de la declaración del estado de alarma a causa del impacto de la Covid-19 en nuestro país, Cáritas Diocesana de Orihuela-Alicante rinde cuentas de cuál ha sido su respuesta en estos meses a los graves efectos sociales de la pandemia.

En una rueda de prensa en la que han intervenido el obispo diocesano y presidente de Cáritas Diocesana, Monseñor Jesús Murgui, el director de Cáritas Diocesana, Víctor Mellado, y el secretario general, Javier Ruvira, se ha presentado la memoria con los principales datos sobre las acciones desarrolladas desde marzo de 2020 por el conjunto de Cáritas en la diócesis de Orihuela-Alicante.

Además de rendir un reconocimiento al profundo dolor por las pérdidas humanas que sigue causado el coronavirus en el conjunto de la sociedad y, como parte de ella, en la familia Cáritas y en su amplia base social, el informe pone el foco en los hitos de la actividad llevada a cabo para auxiliar a las personas y familias en situación más vulnerable.

Monseñor Murgui ha hecho hincapié, precisamente, en este aspecto, señalando que “nuestra grandísima preocupación es la persona y queremos que nuestra labor no sea solo dar, sino, en una situación tan difícil como la pandemia, que a la persona se le acoja y se le escuche”.

La voluntad de acompañamiento a cada caso y cada familia, a cada realidad personal “es una meta permanente por parte de una institución de la Iglesia como es Cáritas”, ha remarcado.

La respuesta de Cáritas a la emergencia social

La crisis generada por el coronavirus COVID-19 ha conllevado que las solicitudes de ayuda por parte de Cáritas Diocesana se hayan cuadruplicado, tal y como ha indicado el director, Víctor Mellado, quien ha incidido en que durante este periodo Cáritas ha aportado más de un millón de euros, en concreto 1.000.736, en ayudas directas “una cifra que multiplica por cuatro nuestras ayudas habituales de otros años”. Ha añadido que “pensamos que era el momento de estar ahí y que todos esos fondos fueran directamente a esas ayudas, que incluso hemos dotado de fondos propios”.

La valoración social de emergencia y el trabajo en red en toda la provincia han sido la base sobre la que se ha sustentado todo nuestro esfuerzo durante este último año. Una labor que fue y sigue siendo fundamental tanto por el apoyo material como por el acompañamiento personal y psicológico de las personas afectadas.

Para reforzar nuestra red de atención, Cáritas puso en marcha la línea gratuita 900921936 atendida por un equipo de 25 personas voluntarias y 8 trabajadoras sociales que atendieron más de 300 llamadas diarias. El equipo de atención de la línea 900 trabajó de manera coordinada con todos los equipos de las Cáritas Parroquiales en los municipios y barrios de toda la provincia, de cara a garantizar la ayuda a las familias.

En los meses que duró el primer Estado de Alarma, Cáritas Diocesana asistió a más de 9.060 familias, lo que supone más de 32.300 personas. En todo el 2019, atendimos a unas 12.000 familias. Una comparativa que resalta el momento actual. Una situación agravada al ser el 70% de las familias atendidas, familias con hijos menores.

La crisis derivada de la pandemia ha convertido a las personas y familias en situación de emergencia social, que ya se encontraban en una situación de pobreza y exclusión, en doblemente vulnerables a una pobreza cronificada.

A este segmento poblacional se les suman otros perfiles que ahora llegan a Cáritas en busca de ayuda y que nunca la habían solicitado, en su mayoría familias con niños cuyos ingresos son justos, viven al día, lo que provoca que, cuando aparece una crisis de cualquier tipo, su vulnerabilidad y riesgo de exclusión sea mayor.

También fueron atendidas numerosas familias afectadas por los ERTE, cuyo cobro se fue retrasando con el tiempo, y otras muchas familias cuyos ingresos provenían de la economía sumergida o de trabajos precarios que no podían ni acceder a los ERTE ni a otras ayudas vinculadas a un contrato.

Otro grupo atendido es el colectivo de inmigrantes sin regularizar, en gran número solicitantes de protección internacional, sobre todo colombianos y venezolanos. Familias, en su mayoría, con menores y sin seguridad jurídica ni acceso a servicios sociales ni a otras ayudas, como suspensión de los desahucios al vivir en habitaciones sin contrato de arrendamiento.

No podemos olvidar a las familias monoparentales que, al no poder desplazarse a nuestras instalaciones por no tener con quien dejar a los niños, eran atendidas por nuestros voluntarios en sus domicilios.

En el ámbito de personas y familias sin hogar, se ha hecho patente su situación precaria al haber de estar confinados sin tener un hogar, además de no poder mantener medidas higiénico-sanitarias al estar en la calle. Durante el año de pandemia Cáritas ha habido una coordinación y trabajo con los ayuntamientos para abordar la situación de las personas sin hogar, pero una vez superado el primer estado de alarma se ha vuelto a hacer patente la situación precaria que sufren estas personas. La respuesta de las administraciones públicas durante el primer estado de alarma ha denotado que es posible solucionar la situación de las personas que viven en la calle.

Las limitaciones impuestas por el confinamiento inicial y las medidas restrictivas posteriores, nos obligaron a adaptar nuestras actividades presenciales temporalmente y a repensar el uso de las nuevas tecnologías, desde un enfoque inclusivo. En el ámbito del empleo, para seguir realizando los acompañamientos, la formación y el contacto personal habilitamos todos los canales online disponibles y posibles (llamada telefónica, whatsapp, videollamadas, email…) y contenidos adaptados. Había que evitar, de cualquier manera, que las personas se descolgaran de sus itinerarios de inserción y procesos formativos.

También las personas en contexto de prostitución, trata, violencia machista o desigualdad han visto aumentadas su vulnerabilidad económica y social, siendo sus necesidades económicas y los riesgos a los que se enfrentan aún mayores. Para estos perfiles ya habitualmente invisibilizados, estigmatizados y ocultos, esta situación de crisis sanitaria y económica no hace más que ahondar en su ambiente de marginalidad. Desde toda nuestra red se ha acompañado y ayudado a mujeres que ejercían la prostitución en clubes, pisos y calle, tendiendo puentes para un trabajo posterior de protección, así como atención a mujeres víctimas de violencia.

El impacto de la pandemia en las personas excluidas

El confinamiento potenció la desigualdad tecnológica y agudizó la brecha digital, que se convierte en un factor exclusógeno, es decir, es consecuencia y a la vez causa de la exclusión social. El 52% de las familias acompañadas por Cáritas están en una situación de cierto apagón tecnológico al no contar con conexión ilimitada, dispositivo o competencias suficientes para manejarse en internet.

Uno de los ámbitos en los que se identifica claramente la brecha digital como motor de la exclusión es el ámbito educativo, pues más del 60% de hogares en los que hay, al menos, un menor de edad que tuvo dificultades para terminar el curso, son hogares en los que no hay plena conectividad.

La soledad ha sido otra de los dramas impuestos por la pandemia. Aunque esta no es una realidad nueva, la situación de aislamiento físico a la que se han visto sometidas muchas personas mayores, claramente la endurece. La vulnerabilidad social evidenciada en esta crisis también pone de manifiesto los escasos recursos que existen para favorecer los cuidados en los domicilios, lo que propicia mayor desprotección en las personas mayores y en quienes las cuidan, ya sean empleadas o familiares.

El impacto que de la Covid ha sido, también, tremendamente costoso para las personas que carecen de un hogar donde poder refugiarse, cuidarse o pasar el confinamiento inicial, una carencia que, si ya aumenta su vulnerabilidad de forma general, se ha visto agravada durante la pandemia al dificultarse –o imposibilitarse— el acceso a espacios de higiene y/o aislamiento. Dormir en la calle o permanecer en alojamientos temporales o de emergencia ha expuesto, además, a un alto riesgo de transmisión del virus a las personas sin hogar, una población ya de por sí de alto riesgo médico, que en muchas ocasiones se ven desproporcionalmente afectados por problemas añadidos de salud y/o discapacidad.

La pandemia ha obligado a diversificar la respuesta a las necesidades de estas personas para, entre otras medidas, adaptar los recursos de acogida y alojamiento, y dotarlos de mayor flexibilidad horaria; adecuar y rehabilitar espacios para acoger a las personas sin hogar y sin vivienda en condiciones de seguridad, como seminarios o pisos vacíos; conciertos a nivel local con hoteles y pensiones para garantizar un alojamiento adecuado a personas en situación de calle; o ayudas económicas y de alquiler, hipotecas, suministros u otros de manera preventiva y enfocadas al mantenimiento de la vivienda.

Explosión de solidaridad

Cáritas Diocesana de Orihuela-Alicante ha destinado cerca de un millón de euros en ayudas directas a las familias gracias al apoyo de cerca de 200 donantes que se han comprometido apoyando a Cáritas para responder a la emergencia, que han aportado 350.000 € además de donaciones en especie.

Pese a las dificultades sanitarias generadas por la pandemia gran parte del voluntariado ha permanecido activo en su compromiso, haciendo un esfuerzo impagable por responder a las necesidades que han surgido y al aumento de solicitudes de ayuda que se han recibido.

Las personas voluntarias que se han mantenido activas han tenido que adaptarse a la nueva realidad para poder estar al servicio de las familias atendidas. Esto ha provocado que el 36% del voluntariado de Cáritas haya cambiado su actividad principal durante la pandemia para asumir trabajos más urgentes y puntuales.

Cabe destacar el aumento de jóvenes que han acudido a Cáritas para comprometerse con las personas que acogemos.

Agradecimiento

Cáritas Diocesana de Orihuela-Alicante quiere mostrar un profundo agradecimiento a todas las personas e instituciones que han estado detrás de la respuesta a la emergencia generada por la pandemia.

Gracias a todas las personas y familias que nos han dejado ayudarlas y acompañarlas, en ellas descubrimos el rostro de Dios.

Gracias a todos los participantes de los recursos, tanto en los Centros como en sus casas y calle por cómo han sobrellevado y gestionado esta situación.

Gracias a todas las personas que han contribuido a mejorar las condiciones de miles de familias a través de sus donaciones en especie y monetarias. Gracias también a empresas e instituciones que con sus donaciones y voluntariado han formado parte fundamental de este trabajo.

Gracias a todas las iniciativas surgidas para apoyar la labor de Cáritas, especialmente las nacidas desde el compromiso de la juventud para conmoverse por las personas que han sufrido y sufren las consecuencias de la pandemia.

Gracias a todos a los voluntarios que han estado en casa, ya sea por razones de salud o edad, porque era lo que se nos pedía como sociedad, pero que nos transmitían su sufrimiento y buena voluntad… por miles de razones y sobre todo por aquellos que desde el sufrimiento de querer y no poder ir a ayudar directamente lo han hecho a través de sus oraciones.

Gracias al gran equipo que formamos en Cáritas Diocesana Orihuela-Alicante. Entrega, esfuerzo, generosidad, compromiso, apoyo, solidaridad… Valores que siempre hemos tenido presentes y que hemos acentuado ante la necesidad provocada por la crisis sanitaria y económica de la Covid19.